Un estudio preliminar reveló que la población infantil con sobrepeso y obesidad presenta dificultades para la autorregulación emocional, menor flexibilidad cognitiva, decisiones emocionales desfavorables y bajo control de la inhibición. También se identificó un retardo en la sensación de gratificación, lo que influye en la búsqueda y consumo de alimentos altamente atractivos.
Estos patrones se relacionan con la activación de circuitos cerebrales vinculados al aprendizaje, la memoria, la recompensa y la motivación, lo que explica por qué los niños con obesidad pueden tener mayor dificultad para controlar sus impulsos alimentarios.
En México, datos del Instituto Nacional de Salud Pública (Ensanut Continua 2020-2022) muestran que más del 50% de los preescolares consume botanas, dulces y postres; 45% ingiere cereales dulces y hasta 83% toma bebidas azucaradas. En edad escolar, esta última cifra llega al 95%.
Otro estudio de la UANL (2021) halló que 69.3% de las madres evaluadas tenían sobrepeso u obesidad y 27.9% de sus hijos compartían esa condición. Además, 13.8% de ellas y 8.3% de sus descendientes mostraban adicción a la comida, lo que apunta a la influencia de hábitos familiares en la salud nutricional de los niños.
Estudio de la UNAM revela que la obesidad infantil daña el desarrollo cerebral


