Xenón en el Everest: el gas que divide al mundo del alpinismo

Xenón en el Everest: el gas que divide al mundo del alpinismo

Inhalar gas xenón permitió a cuatro británicos escalar el monte Everest en menos de tres días, marcando un nuevo récord que ha sacudido al mundo del alpinismo. Lo que normalmente toma semanas —principalmente dedicadas a la aclimatación al aire enrarecido—, fue logrado en apenas unos días gracias a un método controvertido: la exposición previa al xenón, un gas noble que mejora la respuesta del cuerpo a bajos niveles de oxígeno.

La expedición, organizada por el alpinista y guía Lukas Furtenbach, ha desatado reacciones encontradas, tanto por sus implicaciones éticas como por sus riesgos para la salud. El gobierno de Nepal ya investiga el caso.

Acelerando la naturaleza

El xenón es un gas inodoro con propiedades anestésicas, conocido por activar el «factor inducible por la hipoxia», una molécula que desencadena respuestas fisiológicas similares a las que ocurren naturalmente cuando una persona se adapta a altitudes elevadas.

Aunque algunos médicos han probado el gas en contextos clínicos —como en cirugías cardíacas—, su eficacia no está del todo demostrada, y su uso fuera de entornos controlados puede ser riesgoso. Según expertos como el profesor Hugh Montgomery, del University College de Londres, el xenón puede simular la aclimatación, pero se desconoce completamente cómo lo logra y cuáles son sus efectos a largo plazo.

“Lo que esta gente afirma haber hecho es básicamente encontrar una forma de activar la adaptación a niveles bajos de oxígeno”, señaló Montgomery.

Contra la ética del alpinismo

Pero no todos celebran la hazaña. El director del Departamento de Turismo de Nepal, Himal Gautam, calificó el uso del gas como una violación a la ética del alpinismo, que pone en riesgo la reputación del país como destino de montañismo y puede afectar la economía local al reducir la necesidad de guías sherpas.

“El uso del gas es contrario a la ética del alpinismo”, afirmó Gautam. El gobierno nepalí investiga la expedición, especialmente porque uno de los participantes, Alistair Carns, es miembro del Parlamento británico.

Carns defendió la práctica, argumentando que muchas personas interesadas en escalar el Everest no pueden permitirse pasar semanas enteras en la montaña. “Demostramos que se puede hacer de forma segura en menos tiempo”, dijo.

¿El fin del alpinismo tradicional?

Más allá de los efectos fisiológicos, esta nueva práctica toca fibras sensibles dentro de la comunidad montañista. “¿Estamos perdiendo el sacrificio que a veces hay que hacer para conseguir el logro?”, cuestionó Montgomery, quien también es alpinista. “Tal vez por embolsarte todas las cuestas a toda velocidad, te pierdes la alegría que podrías haber tenido”.

Mientras el debate crece, una cosa es clara: el xenón plantea un dilema profundo sobre los límites entre la innovación y el respeto por la naturaleza y la tradición.